Escribir para sanar
- Alejalasdepapel
- 13 mar 2024
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 20 ene
La escritura es el oficio de muchos hoy en día. En esta revolución tecnológica que estamos viviendo, usamos el lenguaje escrito para todo. Nuestro cuerpo y nuestra mente tienen un lenguaje que se proyecta a través de las pantallas y de los medios escritos.
Pero a veces resulta un ejercicio abrumante, que nos sobrecarga, que incluso nos afecta la vista y nos estresa, nos debate, nos confronta, nos desespera y nos confunde.
La escritura es un ejercicio no solo para intelectuales, academicistas o periodistas, sino que forma parte de una cultura que se ha extendido a lo largo y a lo ancho de la población actual, quizás el fin de la escritura sea más usado hoy en día, desde una función comunicativa y transaccional.
Sin embargo, la escritura, no solo se sirve para escalar una pirámide académica y subir de nivel intelectual o para conectar con otras personas y culturas, sino que además, es un lenguaje que también nos sirve para expresarnos.
La escritura, desde un enfoque de literatura para sanar, como se ha explicado en dicha sección, se puede identificar a través de las tres vías o zanjas que se han trazado como caminos que nos conducen a este enfoque, que son las zanjas: formativa, subjetiva y mística.
En la zanja formativa se puede observar o leer obras de la literatura que tienen un contenido transpersonal, en donde la interpretación y la mirada del lector son cruciales para darle un sentido a la obra literaria, de igual manera, la mirada y el sentido estético del escritor, son relevantes para crearla. Ambos individuos juegan un papel fundamental en la escritura porque construyen una trayectoria, un recorrido desde un yo a otro yo, sobrepasa la barrera de una escritura interior y ensimismada hacia una escritura que se integra con el otro, que se acerca y explora al otro, no sin antes hacer un ejercicio interior de autoconocimiento que es relevante para expresar todo el mundo que se está produciendo en su interior, lo que algunos escritores llaman a este proceso como un desdoblamiento o catarsis para salir de una escritura interior hacia una lectura de mi ser que se conecta con un todo.
Así mismo, notamos que el escritor se transfigura en un hacedor que busca sanar en su oficio, así como lo vemos reflejado en dos obras de J. Borges que llevan el mismo título el hacedor, pero que se escribieron en fechas distintas (el cuento en 1960 y el poema en 1981) en una última estrofa del poema, Borges, concluye:
Otra cosa no soy que esas imágenes
que baraja el azar y nombra el tedio.
con ellas, aunque ciego y quebrantado,
he de labrar el verso incorruptible
y (es mi deber) salvarme. (Borges, 2007, p. 370)
En el relato breve del hacedor dice:
ya no veré (sintió) ni el cielo lleno de pavor mitológico, ni esta cara que los años transformarán. Días y noches pasaron sobre esa desesperación de su carne, pero una mañana se despertó, miró (ya sin asombro) las borrosas cosas que lo rodeaban e inexplicablemente sintió, como quien reconoce una música o una voz, que ya le había ocurrido todo eso y que lo había encarado con temor, pero también con júbilo, esperanza y curiosidad.(Borges, 2007, p. 191-192).
El hacedor es un formador, es un lector que conecta con otras lecturas y autores, que establece una relación misteriosa con su maestro. Borges también lo asocia con un guerrero griego que está luchando con algo, que está batallando con fuerzas que lo superan y lo prueban, porque lo están transformando. El escritor sana en esa batalla que aunque no se ve a la luz del sol como se podía ver en un coliseo romano a la vista de todos los espectadores, es una lucha que todo escritor lleva en su interior, así como el lector también trae aquellas luchas en su interior cuando se conecta con una obra escrita
La escritura para sanar también se conduce por la senda subjetiva, aquella donde el escritor explora su entorno, lo denuncia e identifica sus vicios, lo juzga, lo condena o lo enaltece. Este escritor, identifica que, hay un desequilibrio en la sociedad, que hay un malestar o que en su defecto, la sociedad se encuentra enferma.
La sociedad, está enferma y muchos poetas y escritores lo perciben pero no lo notan aquellos que no tienen tiempo para perder con divagaciones de filósofos idealistas o con diletantes.
El escritor es un albatros como Baudelaire lo asociaba en su poema que lleva ese nombre:
El poeta es igual que este señor del nublo,
que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
sus alas de gigante le impiden caminar (Baudelaire, 1982 p. 23)
El albatros es una curiosa ave pesquera que vive cerca al mar y que para cortejar a la hembra de esta especie, le lleva mucho tiempo casi 2 años en lograr cortejar a la indicada para lograr la reproducción, esta curiosa ave no se reproduce tan seguido, está en vía de extinción. Es una hermosa ave que algunas personas como los pescadores la veían como una amenaza puesto que suelen ir a donde hay más peces para conseguir su alimento. Baudelaire, compara con nostalgia al escritor con un albatros, por su trabajo, su oficio que no es reconocido por muchas personas, por la paciencia, por su resistencia, por la lucha y tensión de aquellas fuerzas que lo sobrepasan, más allá de su ser.
La escritura es La búsqueda de lo absoluto como lo describe Balzac en uno de sus grandes libros a través de un científico que necesita encontrar la cura para todos los males, la escritura es un trasegar, es un trayecto es el peregrinaje de un mártir para hacerse santo como lo describe Flaubert en su libro La Tentación de San Antonio. La escritura es también una forma de hacer catarsis para muchos autores de la literatura del siglo XX, es escupir, es blasfemar, es sacar los demonios, es exorcizar demonios, es escuchar el mundo de los muertos como lo describe Juan Rulfo en Pedro Páramo, es escuchar la naturaleza y narrar la historia de la muerte como lo describe Gabriel García en Cien años de soledad y Evelio Rosero en Los Ejércitos. Se escribe para sanar, hay una intención que es sacar una toxicidad de la sociedad. Es en general, un escritor que no sabe que lo es, un escritor que no sabe si lo va hacer bien, un escritor que tiene la necesidad de escribir porque si no lo hace, muere, se anula del mundo, se extingue.
Por último, la zanja mística, se concibe una escritura que unifica, que trasciende las polaridades, ya no denuncia, ya no difama, ya no condena ya no exorciza, sino que integra. Ha desarrollado un sentido sensorial muy elocuente, muy sensitivo con el mundo orgánico, ha desarrollado un autoconocimiento y se concibe como un arte de escribir, un arte que sana, una escritura que es un medio para sanar, es una terapia para el escritor de oficio y para el lector que necesita sanar escribiendo. Un escritor que sabe que no solo él debe sanar sino muchos más como él. Es el maestro.
El escritor es como un alfarero, es una conciencia suprema que lo observa todo antes de crear, mucho antes de que tenga la idea en su mente de representar una figura, sus manos van amoldando la forma de algo que se parece a lo que su mente imaginó pero que en realidad se crea con una sabiduría externa a éste, tal como José Saramago reflexiona a través de un personaje de su libro La Caverna:
Si al cerebro de la cabeza se le ocurre la idea de una pintura o música, o escultura, o literatura, o muñeco de barro, lo que hace él es manifestar el deseo y después se queda a la espera, a ver lo que sucede. Solo porque despacha una orden a las manos y a los dedos, cree, o finge creer, que eso era todo cuanto se necesitaba para que el trabajo, tras unas cuantas operaciones ejecutadas con las extremidades de los brazos, apareciese hecho. Nunca ha tenido la curiosidad de preguntarse por qué razón el resultado final de esa manipulación, siempre compleja hasta en sus más simples expresiones, se asemeja tan poco a lo que había imaginado antes de dar instrucciones a las manos.
En cada capítulo de este magnífico libro, Saramago, reflexiona el oficio de un artesano y lo compara con el de un escritor o de alguien que se atreve a crear o hacer arte, a pesar del mundo cambiante y de la sociedad que cambia sus modas y tendencias, más allá de esos movimientos seculares propios de la cultura, Saramago observa aquella transformación del ser en el arte de hacer, observa además que cada ser en el mundo aunque representa una apariencia material lleva o trae en esencia un mensaje que trasforma y sobre todo trasciende sus vidas.
Vale la pena aclarar que no todas las personas están llamados a practicar el ejercicio de la escritura, no a todo el mundo se le da escribir, no todo el mundo puede sanar solo con escribir, se requiere de un llamado al autoconocimiento y a la voluntad de sanar, usando los medios y recursos que más motiven a un individuo, como por ejemplo: la música, el arte, la escritura, la meditación, el yoga, el Tai-chi, la danza, el teatro, el juego, el deporte, o cualquier movimiento que nos conecta con el mundo interior del ser.
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